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Foro de diálogo parlamentario “México – Ecuador: los retos de la movilidad humana en el siglo XXI”

Artículo publicado parcialmente el pasado 25 de julio en Milenio Diario, estado de México

Legisladores mexicanos de ambas Cámaras del Congreso de la Unión e integrantes de la Asamblea Nacional del Ecuador nos reunimos el martes y miércoles de esta semana en el foro de diálogo parlamentario “México – Ecuador: los retos de la movilidad humana en el siglo XXI” organizado conjuntamente por la Comisión Bicameral de Seguridad Nacional del Congreso Mexicano y el Grupo Parlamentario por la Movilidad Humana de la Asamblea ecuatoriana. El objetivo fue precisamente el de analizar los desafíos compartidos que en materia migratoria enfrentamos ambos países así como compartir experiencias legislativas sobre el contexto regional contemporáneo de este fenómeno y sus múltiples aristas en materia de derechos humanos, seguridad y desarrollo. Se presentaron ponencias del más alto nivel con la participación activa de funcionarios de los organismos internacionales más relevantes en la materia como la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ANUR), expertos de organismos jurisdiccionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos,  organizaciones no gubernamentales e instituciones universitarias como el CIDE y la UNAM. Todos ellos junto con funcionarios públicos, legisladores de ambos países, defensores y activistas en favor de los derechos humanos participaron en cinco paneles analizando, entre otros temas, los relativos a la protección especial de migrantes en situación de vulnerabilidad, buenas prácticas y estándares legislativos en la materia, el contexto regional de la movilidad latinoamericana, la situación de niñas, niños y adolescentes migrantes no acompañados así como sobre la Opinión Consultiva 21/14 de la Corte Interamericana. En términos generales, el consenso de los dos intensos días de diálogo fue que las soluciones regionales a los problemas asociados con la migración pasan necesariamente por un cambio conceptual. Lo que a principios del siglo XX era caracterizado como asuntos de población y durante la segunda mitad temas migratorios, deben ser hoy denominados como temas relativos a la movilidad.

La noción de movilidad, concepto que está plenamente incorporado en la ley ecuatoriana, debería inspirar reformas legislativas y a las políticas públicas nacionales en materia migratoria a fin de plasmar en ellas una verbalización mucho más centrada en derechos que en circunstancias. La migración, lejos de ser criminalizada y restringida al arbitrio de cada país, exige una política migratoria regional que garantice los derechos humanos y que termine con los abusos, el sufrimiento y las externalidades negativas de una migración indocumentada que por mucho tiempo ha resistido una narrativa con énfasis en la seguridad fronteriza. Nuestro diálogo comprobó que el establecimiento de estándares homogéneos mediante la armonización de las legislaciones nacionales y el establecimiento de programas bajo el principio de la responsabilidad compartida son tareas prioritarias lo mismo que atender individual y colectivamente el enorme impacto humanitario de este drama cotidiano. La construcción de una auténtica política migratoria que refleje nuevos compromisos de Estado sigue siendo una asignatura pendiente y cada vez más urgente dada la creciente evidencia de que México está cada vez más cerca de consolidarse no sólo como país de expulsión, tránsito y retorno sino de destino de migrantes. Más aún, ante la situación regional que prevalece en América Central de desaceleración económica y aumento sostenido de los niveles de violencia, México necesita urgentemente comenzar a considerar una recuperación integral de la política de asilo y refugio que tanto prestigio le dio a su política exterior. @AdriGlezCar

Estudiantes y ‘dreamers’ | Foto: http://www.laopinion.com AP

El pasado proceso electoral en Estados Unidos dejó, como ya lo comentábamos la semana pasada, una lección importante sobre el voto latino y el mandato recibido en las urnas a favor de una reforma migratoria. Tras cuatro años de frustración por una promesa incumplida en este sentido, así como por la crisis económica que eclipsó cualquier otro tema, parece que la alineación política es favorable cuando menos a relanzar el debate migratorio. Los saldos de la elección dejan, por un lado, al Presidente Obama y su partido con una deuda importante hacia el electorado latino –que lo apoyó decididamente- y, por el otro, al Partido Republicano desesperado por recuperar el apoyo perdido así como por remontar su creciente descrédito entre  las comunidades que reaccionaron a la agenda anti-inmigrante del denominado Tea Party. El apoyo latino al Partido Republicano cayó del 44% al 27% entre el 2004 y el 2012. Ni siquiera la política de deportaciones del Presidente Obama o la inmovilidad del Congreso Federal sobre este tema pudo detener un voto de castigo tan severo. En palabras de un analista, en el fondo no es que ninguno quiera la reforma sino que, en gran medida, ambos la necesitan.

Contra toda predicción, no fue necesario esperar al cambio de administración ni al próximo periodo de sesiones del Congreso, con una nueva Cámara de Representantes, para ver esta nueva realidad política reflejarse en propuestas y posicionamientos importantes. Primero fue John Boehner, el líder de la Cámara de Representantes, quien afirmó que era momento de abordar la reforma migratoria y exhortó al Presidente Obama a presentar una iniciativa para regularizar a los casi 11 millones de indocumentados que viven en Estados Unidos. Luego tocó el turno a dos Senadores estadounidenses, el demócrata Chuck Schumer y el republicano Lindsey Graham, quienes comenzaron a promover en noticiarios dominicales una propuesta similar cuyas negociaciones se suspendieron hace dos años. Se trata de un anteproyecto de reforma migratoria que, según sus autores, tiene el potencial para obtener el apoyo bipartidista que necesita para aprobarse. El anteproyecto incluiría, entre otros componentes, una fórmula para regularizar a los inmigrantes indocumentados, actualmente en territorio estadounidense, así como el establecimiento de una ruta hacia la ciudadanía. No es poca cosa ya que más que el Presidente –aún si un segundo mandato favorece políticas y posiciones más libres de los cálculos electorales- el Congreso es el actor clave en este proceso. En los medios de comunicación estadounidenses esta atmósfera entusiasta hacia una reforma migratoria parece también verificarse. De acuerdo con encuestas de salida efectuadas el martes de la elección presidencial, 65% de los electores encuestados favorecen la legalización de los inmigrantes indocumentados lo cual representa más del doble de quienes respondieron que deben ser deportados. Más aún, cifras dadas a conocer recientemente dan cuenta que incluso entre los votantes republicanos, la mitad favorece una reforma migratoria.

Sin embargo, aún estamos lejos de poder echar campanas al vuelo. Es verdad que esta coyuntura favorable debiera ser aprovechada al máximo por todos los actores involucrados, incluida la Diplomacia Mexicana. Pero también es cierto que no es la primera vez que una reforma migratoria se quede en buenas intenciones. Habrá que celebrar, por ahora, que el debate está de vuelta en la agenda pública y redoblar esfuerzos para que se mantenga ahí. De por sí, éste es ya un desafío formidable para los nuevos gobiernos recientemente electos en Estados Unidos y en México.

Artículo publicado el 17 de noviembre de 2012 en Milenio Diario, estado de México

Foto: notisistema.com

Hace algunos días arribó a Veracruz el Buque “Usumacinta” de la Armada de México con 250 haitianos a bordo quienes hoy se encuentran reunidos con sus familias residentes en nuestro país. Mediante la emisión de documentos migratorios, las autoridades mexicanas determinaron otorgarles el estatus de refugiados humanitarios a estos ciudadanos haitianos. Estas visas les permitieron no sólo abandonar su país después de la devastación acaecida con el terremoto de enero sino además comenzar a reconstruir en México su vida productiva, académica y familiar. Con este arribo, son ya 324 haitianos quienes podrán quedarse en México el tiempo que deseen sin necesidad de preocuparse por regularizar su situación migratoria. De hecho el Instituto Nacional de Migración determinó flexibilizar, en el caso de nuestros hermanos haitianos, los requisitos para la regularización de quienes ya se encontraban en México de manera indocumentada además de ordenar la suspensión de procesos de aseguramiento y repatriación de isleños en marcha.  Desde hoy, estos ciudadanos haitianos tienen la oportunidad de rehacer sus vidas en México, de disfrutar de los servicios públicos y las oportunidades que ofrece el país y, al mismo tiempo, los mexicanos tenemos la oportunidad de recibirlos y de incorporarlos plenamente a nuestra sociedad.

Desde luego, esta importante decisión no puede desvincularse de una larga tradición histórica que en materia de refugio y asilo ha dado a México un prestigio internacional notable. Desde el siglo pasado, los mexicanos sabemos que el asilo y el refugio es un fenómeno positivo en donde ambas partes se benefician y en donde el país que los recibe se fortalece extraordinariamente. Asilo proviene del latín asilum y este vocablo a su vez del griego asulon que significa lugar inviolable en el que un perseguido consigue abrigo. Y eso es precisamente lo que México ha sido para miles de personas en la historia reciente.

Desde las primeras décadas del siglo XX, nuestro país acogió a miles de refugiados provenientes de países que ya fuera por conflictos bélicos o por hambrunas, por crisis económicas o por guerras civiles, necesitaban un nuevo país de residencia temporal o permanente. Con una política de brazos abiertos, el Gobierno y la sociedad mexicana recibieron un notable volumen de inmigración china, japonesa y rusa a principios de siglo. Posteriormente, vinieron oleadas muy importantes de inmigrantes europeos durante la Primera Guerra Mundial y en el periodo entre guerras de inmigración judía, libanesa, palestina y turca. Durante la segunda mitad de la década de los años treinta, llegarían alrededor de 25 mil españoles huyendo del franquismo. Entre ellos venían algunos de los más importantes intelectuales, científicos y académicos españoles quienes se incorporaron plenamente al desarrollo nacional. El Colegio de México y el Fondo de Cultura Económica son muestra de esta impronta intelectual y cultural tan relevante.

Durante la Segunda Guerra Mundial, y gracias a la intervención de diplomáticos de la talla de Gilberto Bosques, recibimos una oleada de refugiados judíos, alemanes, austriacos, polacos, entre muchos otros perseguidos por el nazismo. Más tarde, durante los años sesenta y setenta, vinieron los refugiados brasileños, chilenos, argentinos y uruguayos quienes huían de los brutales regímenes militares en Sudamérica. En el caso chileno tuvo una muy destacada participación el Embajador Gonzalo Martínez Corbalá, gracias a cuya intervención cientos de chilenos pudieron salvar la vida luego del golpe militar de Pinochet. En los ochenta, fueron centroamericanos, hondureños, salvadoreños, nicaragüenses y guatemaltecos a quienes recibimos durante las guerras civiles centroamericanas. Durante distintos momentos, sin embargo, México ha recibido a cubanos huyendo del régimen castrista, a coreanos, ciudadanos de las ex Repúblicas soviéticas y, por supuesto, a refugiados de otros países latinoamericanos como Colombia y Perú. Refugiados y asilados actualmente, provienen incluso de otros países como Eritrea, Etiopía, Irak, Marruecos, Myanmar, Congo, Somalia y Sri Lanka.

En materia de asilo político, la tradición de México se remonta igualmente a principios de siglo. Casos emblemáticos son, desde luego, el perseguido del estalinismo León Trostky, el escritor español Max Aub buscado por el franquismo, el político peruano Víctor Haya de la Torre acosado por la dictadura de Augusto Leguía,  y desde luego todos quienes han vivido y viven actualmente en la Casa Refugio Citlaltépetl, escritores, periodistas y poetas de Irak, los Balcanes, el Cáucaso, África y  el Medio Oriente.

Los refugiados y asilados en México gozan de las garantías que les otorga la ley y los Tratados Internacionales en la materia. Son hombres y mujeres de trabajo de cuya presencia en nuestro país nos beneficiamos todos. Los mexicanos no sólo toleramos la diversidad y las diferencias culturales sino que hemos aprendido a percibirlas con agrado, a admirarlas e incluso a hacerlas propias a través de nuestros amigos, familiares y colegas inmigrantes, refugiados y asilados.

No obstante, en esta materia también hay pendientes muy importantes. El más relevante tiene que ver con la urgente aprobación de una Ley sobre Refugio y Protección Complementaria a fin de fortalecer esta vocación histórica. En colaboración con la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el Congreso Mexicano está trabajando en el diseño de esta importante legislación. Mediante esta ley, México podrá incorporar todos los parámetros y las mejores prácticas internacionales en la materia además de establecer procesos de vanguardia para la aceptación y la integración de asilados y refugiados en nuestro país.

Artículo publicado el pasado 8 de mayo en Milenio Diario Edomex

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