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Gráfico: Milenio Diario

Hace relativamente poco tiempo, los mexicanos contamos con la herramienta idónea para decidir e incidir sobre el futuro político de nuestro país. Gradualmente desde finales de los años noventa, hemos ido cobrando consciencia de la importancia que tiene acudir a las urnas y manifestar nuestra decisión sobre el rumbo de los asuntos públicos en nuestra localidad. Mientras más ciudadanos emitan su voto, mayor exigencia tendrán las autoridades electas para responder a los legítimos reclamos de la sociedad. Sin embargo, para que los mexiquenses salgamos todos a votar este 3 de julio hay razones adicionales y muy poderosas.

En primer lugar, tenemos la oportunidad de dar paso a la alternancia en el estado de México. Por décadas, el PRI ha encabezado el gobierno mexiquense con los resultados que todos tenemos a la vista. A manos del denominado Grupo Atlacomulco, el estado de México se convirtió en una de las entidades más corruptas del país, con índices intolerables de inseguridad y desempleo, con amplias zonas en la marginación y el abandono. Y es que para los políticos priístas las prioridades eran y siguen siendo otras. Primero está la supervivencia política de su camarilla y la estructura corporativista que les cobija, su enriquecimiento personal (no olvidemos el caso Montiel y tantos otros), la protección de su imagen y luego el bienestar de los mexiquenses. Mientras buena parte del país ha efectuado una auténtica transición hacia la alternancia política, el estado de México continúa funcionando aún como un feudo autoritario en el que la impunidad y los abusos se refugian en esta falta de pluralismo político. Sin la alternancia será difícil imaginar un futuro mejor para nuestro estado y los mexiquenses seguiremos siendo tratados como botín político-electoral de una elite sin escrúpulos. El desarrollo urgente de nuestro estado se verá de nuevo obstaculizado mediante las dinámicas clientelares de siempre y tendremos que esperar otros seis años para cambiar lo que ya urgía transformar de fondo hace muchas décadas. El abstencionismo y la apatía cívica sólo fortalecen al autoritarismo y  a esta cultura de la arbitrariedad.

En segundo lugar, se trata de darle vida a un proyecto de gobierno viable, responsable y humanista. Nadie mejor para garantizarlo que Luis Felipe Bravo Mena. Mientras Eruviel Ávila representa la continuidad de ese proyecto político perverso y corrupto, Alejandro Encinas representa más corporativismo,  el desprecio a las instituciones -encarnado por Andrés Manuel López Obrador, su padrino político- y a la ciudadanía -que se manifestó a favor de una Alianza opositora contra el PRI-. Ese proyecto perpetuaría muchas prácticas del priato y, entre otras cosas, supondría un gobernador mucho más ocupado en promover la candidatura presidencial de López Obrador que en resolver los problemas de los mexiquenses. Con Bravo Mena, en cambio, podemos cambiar de fondo la forma de hacer política, de interactuar con los ciudadanos y de atender sus necesidades más urgentes. Se trata de darle una bocanada de aire fresco a una estructura de gobierno totalmente anquilosada y de compartir el poder con los ciudadanos. En una palabra, se trata de limpiar la casa y trabajar incansable y exclusivamente a favor del bienestar de los mexiquenses.

Artículo publicado el pasado 25 de junio en Milenio Diario, estado de México

 

Gráfico: milenio.com

Este próximo 27 de marzo, los mexiquenses iremos a las urnas a manifestar nuestra opinión sobre un tema de carácter cívico de la mayor importancia. Se trata de la consulta ciudadana, a la que convocan los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática, a fin de decidir si una alianza PAN-PRD es respaldada por el grueso de la sociedad civil en nuestro estado. Con el objetivo de garantizar la eficacia y buena marcha del diseño e implementación de este ejercicio democrático, ambos partidos han invitado a Alianza Cívica, organización no gubernamental de reputación intachable, a asumir los trabajos preparatorios y de coordinación de esta iniciativa. Más aún, un grupo de personalidades de reconocida trayectoria, coordinado por el distinguido politólogo Sergio Aguayo, asumirán la autoridad técnica-logística y estarán a cargo de prevenir, atender y decidir sobre posibles quejas o irregularidades. Alianza Cívica es probablemente una de las organizaciones ciudadanas de mayor prestigio, compromiso con la democracia y trayectoria en materia electoral en nuestro país. Su participación en este mecanismo garantizará que, sin excepción, los mexiquenses participemos directa y abiertamente, sin coerción o manipulación de ninguna índole, expresando nuestra opinión de manera libre y secreta.

En efecto, el próximo domingo 27 se instalarán aproximadamente 1,200 mesas de consulta en lugares públicos de fácil acceso y ubicación en cada uno de los municipios del estado de México. Cabe señalar que, a partir de las 9 de la mañana y hasta las 5 de la tarde, podrán participar todos los ciudadanos y ciudadanas que cumplan con dos requisitos esenciales a saber: 1) contar con una credencial de elector vigente expedida por el IFE y 2) tener su domicilio permanente en el estado de México. Esa misma noche, Alianza Cívica estará a cargo de dar a conocer los resultados de la consulta, emitirá las decisiones a que haya lugar por las posibles irregularidades que pudieran presentarse y, el miércoles 30 de marzo, entregará públicamente a los partidos los resultados definitivos. Los gastos que este ejercicio genere, serán cubiertos igualmente por ambos partidos y su debida utilización quedará adecuadamente transparentada en información pública y de fácil acceso para todos.

Las consultas ciudadanas son procesos habituales en democracias consolidadas. Utilizando las herramientas de la democracia participativa, como las consultas, las sociedades consiguen hacerse escuchar, manifestar claramente sus preferencias y, al final, decidir sobre un cúmulo de asuntos demasiado importantes como para dejarlos exclusivamente en manos de los políticos. La eventual Alianza opositora en el estado de México es sin duda uno de estos temas. Con todo y que la gran mayoría de actores políticos de oposición simpatizamos con esta iniciativa, el respaldo de la ciudadanía es indispensable para lanzar esta cruzada democratizadora. En caso de no obtenerlo, sobra decir que acataremos esa decisión y actuaremos en consecuencia. De cualquier manera, este tipo de ejercicios ya vislumbra un cambio cualitativo en la manera de hacer política en la entidad. Hay que recordar que en el estado de México está pendiente una alternancia política y una transformación de las estructuras del poder para dejar atrás décadas de autoritarismo, caciquismo, corrupción, impunidad y desprecio por la libertad ciudadana. Más allá del resultado final de esta consulta, el grupo enquistado en el poder se dará cuenta de las dimensiones de un clamor ciudadano que exige ser tomado en cuenta. Descubrirá que la sociedad tiene mucho que decir y aportar en un amplio debate público del que ha estado marginado por alrededor de 8 décadas. Ante esto ya se advierte la desazón del gobernador y su camarilla, sabedores de que la mayoría ya se decanta por un cambio de fondo. En Oaxaca, en Puebla, en Sinaloa, la sociedad tomó en sus manos el control que ostentaba un partido y sus redes clientelares. El 27 de marzo comienza un nuevo despertar para la ciudadanía mexiquense y estamos todos invitados a la celebración.

Artículo publicado el pasado 5 de marzo en Milenio Diario, estado de México

A pesar de la denominada ley Peña Nieto, todos los días la idea de una Alianza opositora para el estado de México gana solidez, adeptos y contenido. En efecto, ya somos muchos quienes pensamos que la manera más eficaz de llevar la transición democrática nuestra entidad, es de la mano de una estrategia conjunta de la oposición alrededor de un ideario y un candidato comunes. Ambos temas son decisivos para la competitividad de la alianza y, en definitiva, para asegurar que el próximo gobernador llegue al Palacio de Toluca con un claro mandato de transformación en el ejercicio de gobierno a favor de los mexiquenses. Pero, ¿qué características, qué perfil debería tener el candidato o candidata? Para resolver esta interrogante es conveniente echar un vistazo a experiencias similares en otros estados de la República, que recientemente han experimentado esta transformación, como en Oaxaca, Puebla o Sonora, y acaso a algunos antecedentes internacionales en la materia.

En primer lugar, queda claro que la Alianza deberá ser formalmente una Alianza entre partidos opositores pero, en el fondo, una Alianza con la ciudadanía. En este sentido, independientemente de su trayectoria partidista o aún sin ella, el candidato o candidata deberá contar con el apoyo y el reconocimiento de amplias capas de la sociedad mexiquense. Gabino Cué en Oaxaca, Mario López Valdez en Sinaloa y Rafael Moreno Valle en Puebla son personalidades reconocidas y respetadas, son líderes sociales con una gran experiencia en asuntos de gobierno, con trayectorias sólidas en la representación parlamentaria y con vínculos estrechos con innumerables grupos de la sociedad civil de sus entidades. Su actividad política ha sido a ras de suelo, en contacto con la gente, llevando el pulso cotidiano de las necesidades más apremiantes de la población y experimentando, en carne propia, las injusticias y los abusos despóticos de las satrapías locales.

En segundo lugar, es evidente que necesita ser un candidato con profundas preocupaciones en materia social. Es la generación de empleos, las oportunidades educativas, la inversión pública en infraestructura, el establecimiento de créditos productivos, el apoyo al campo y la protección a los grupos vulnerables como los indígenas, las mujeres y los adultos mayores, temas que no sólo recibieron una alta prioridad en sus campañas sino que les han acompañado a lo largo de su trayectoria política y social. A pesar del atraso profundo y crónico que viven entidades como Oaxaca, Puebla y Sinaloa, el estado de México registra, tal y como hemos venido documentando en este espacio, un rendimiento de mediocre a deplorable en rubros como la educación, la seguridad social, el empleo y la atención a grupos vulnerables, entre muchos otros. Por tanto, este tema debe ser toral y el compromiso del candidato o candidata con estas causas debe ser creíble, comprobable y de larga data.

Una tercera característica de no menor importancia debe ser un fuerte compromiso con la rendición de cuentas, la transparencia y el combate a la corrupción. No es un secreto que el estado de México ha sido gobernado en una atmósfera de opacidad en la que innumerables irregularidades de toda índole se han perpetrado con toda impunidad. La corrupción campea en la administración local y la descomposición del ejercicio público alcanza niveles alarmantes. Para no escarbar en el pasado más remoto, desde por lo menos el caso Montiel, la corrupción, el compadrazgo y la impunidad redefinen sus alcances en el estado de México. Frescos en la memoria tenemos los mexiquenses docenas de eventos de esta naturaleza frente a los que, a pesar de haber responsables, no hay castigos. La indolencia social y la impunidad de altas esferas políticas interactúan hasta llegar al absurdo. Habitantes del municipio de San Salvador Atenco purgaron condenas a las que fueron sentenciados de manera irregular mientras que el exgobernador del estado de México se pasea alegremente por distintas capitales europeas, según documentan revistas del corazón. Esto no sólo tiene que terminar sino que tienen que establecerse mecanismos para investigar y fincar responsabilidades a una pléyade de exfuncionarios corruptos quienes desde hace mucho tiempo vienen traicionando la confianza de los mexiquenses. La determinación bienintencionada por hacer justicia y establecer un auténtico Estado de derecho, no un afán justiciero de ninguna especie, debe ser un elemento muy importante en las convicciones personales y políticas del candidato o candidata de la Alianza.

Este rasgo ha sido muy relevante en las campañas locales de Alianzas opositoras a las que nos hemos venido refiriendo en otras entidades de la República pero es también una característica cardinal de las Alianzas opositoras que en el mundo se han propuesto abrir un nuevo capítulo para dejar atrás el autoritarismo. En el microcosmos mexiquense y guardadas las obvias distancias comparativas, necesitamos un Walesa, un Havel, un hombre de convicciones que arrastre cambios sustantivos en la manera de entender y dignificar la función pública después de décadas de gobiernos de depredación, complicidad e ineptitud. El candidato o candidata de la Alianza debe priorizar ver hacia el futuro pero, en definitiva, sin enterrar el pasado.

Desde mi punto de vista, el último aspecto a considerarse tiene que ver con la capacidad de diálogo del candidato con distintas fuerzas políticas. Igual de importante que los aspectos ya señalados, resulta cambiar los mecanismos de interacción entre el Gobernador, el Congreso local y las presidencias municipales. La personalidad del candidato debe ser tal que, en lugar de generar divisiones, concite consensos e inspire la construcción de una mayoría de oposición que unida consiga respaldar la agenda de cambio de la alianza. Esto no sólo cambiaría la indignante dinámica de complicidad entre el gobernador y los congresistas de su partido -como ocurrió con la aprobación de la Ley Peña Nieto- sino que facilitaría un proceso de adaptación hacia nuevas formas democráticas de generación de acuerdos.

Me parece que atendiendo a estos mínimos requerimientos, la Alianza estaría a un paso de derrotar al Grupo Atlacomulco que por décadas se ha enquistado en el poder.

adriana.gonzalez@pan.senado.gob.mx

Artículo publicado el pasado 25 de diciembre en Milenio Diario, estado de México

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