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Artículo publicado parcialmente el pasado 20 de septiembre en Milenio Diario, estado de México

Adriana González Carrillo | Diputada Federal

 
Maria Echaveste | Foto: http://www.law.berkeley.edu/

Pocas decisiones del presidente Obama han tenido una carga simbólica tan relevante hacia nuestro país como la reciente nominación de Maria Echaveste como nueva Embajadora de los Estados Unidos en México. De ser confirmada esta nominación por el Senado, sería la primera vez en la historia de las relaciones bilaterales en que una mujer encabeza esta importante legación diplomática en nuestro país y también la primera vez que un hijo de mexicanos obtiene esa posición. Conocí a María hace algunos años durante mi participación en el Foro para el futuro de las relaciones entre México y Estados Unidos auspiciado por el ITAM y la Universidad de Berkeley. Siempre me pareció una mujer admirable no sólo por su brillante trayectoria académica siempre vinculada a los temas migratorios, precisamente en la Escuela de Derecho de la Universidad de Berkeley, sino también por sus contribuciones a las relaciones entre México y América Latina durante su paso por la Casa Blanca. Hija de inmigrantes mexicanos dedicados a la agricultura en el estado de Texas, María fue una estudiante destacada de antropología y derecho en varias de las universidades de excelencia en el estado de California (Berlekey y Stanford). Como abogada y activista a favor de una reforma inmigratoria forjó una reputación envidiable en los Estados Unidos que le abrió el paso a un trabajo cercano a miembros destacados del Partido Demócrata y, luego, a una relación profesional y personal con la entonces Primera Dama de ese país, Hillary Clinton y con el propio Presidente de los Estados Unidos. De 1993 a 1997 trabajó en el Ministerio del Trabajo en temas relacionados con el salario mínimo y las garantías sociales de los trabajos. En 1997 dejó ese cargo para convertirse en la Directora de Vinculación Institucional de la Casa Blanca donde poco a poco comenzó a asumir mayores funciones relacionadas con las estrategias legislativas, de comunicación y coordinación de la Oficina Presidencial. De 1998 a 2001, se convirtió en Coordinadora de la Oficina del Presidente Bill Clinton con especiales responsabilidades alrededor de temas relacionados, por un lado, con la educación, los derechos civiles y la inmigración y, por el otro, con la cooperación económica y en materia de seguridad entre los Estados Unidos y América Latina. Luego de su paso por la administración Clinton, Echaveste se dedicó a la academia en la Universidad de California en Berkeley, y a la consultoría estratégica en materia de derecho de las telecomunicaciones, derecho del trabajo y migratorio en el Grupo Nueva Vista, una de esas corporaciones que trabajan estrechamente con organizaciones no gubernamentales en una agenda con profunda vocación social. La nominación de Echaveste es una gran noticia para México. Se trata de una mujer sensible y conocedora como pocas de la realidad migratoria y de los retos que, en términos generales, enfrenta la relación bilateral entre México y Estados Unidos. María es una gran estadounidense, pero también una gran amiga de México. Representa lo mejor de una generación de latinos en Estados Unidos que alcanzaron posiciones de enorme relevancia política con base en un esfuerzo continuo e incansable por demostrar su capacidad. Como Embajadora, estoy cierta, Echaveste hará un gran papel. No cabe duda que el presidente Obama quiere reivindicarse con los temas mexicanos, recuperar la agenda migratoria y enviar señales de su interés por cerrar un capítulo ominoso de su administración: el de las deportaciones masivas, la incapacidad para promover una reforma migratoria, el de la falta de atención a la niñez migrante indocumentada. Bienvenido el cambio. @AdriGlezCar

El martes pasado, como lo dicta la tradición desde el siglo XIX, los estadounidenses acudieron masivamente a las urnas para participar en las elecciones legislativas de medio mandato. Como se ha venido comentando en distintos espacios, toda elección intermedia supone intrínsecamente un referéndum a la gestión del partido gobernante y, en este caso, a la gestión individual del Presidente de la Unión Americana. En efecto, detrás de cada proceso comicial para la renovación total de la Cámara de Representantes, la renovación parcial -apenas de 37 escaños- del Senado y la elección de 38 gobernadores, varias legislaturas estatales y cuatro legislaturas territoriales puede identificarse, más allá de consideraciones locales y particulares, un voto de premio o castigo a la administración Obama. Como algunas encuestas y sondeos lo habían vaticinado, se registró un voto de castigo al presidente Obama y al partido demócrata lo suficientemente serio como para arrebatarles el control de la Cámara de Representantes y algunas gubernaturas y alcaldías de enorme importancia. Aunque los votos siguen contándose en ciertas demarcaciones, el saldo es abiertamente negativo para los demócratas.

Son múltiples las razones que seguramente incidieron en este resultado electoral. En primer lugar el deterioro económico que ha sufrido Estados Unidos en fechas recientes. El crecimiento económico fue menor a lo esperado el año pasado, el desempleo repuntó hasta alcanzar 9.6% (con más de 14 millones de estadounidenses sin empleo) y la incertidumbre financiera de una recuperación lenta y frágil generó una opinión negativa entre los expertos quienes hablan ya de una segunda recesión.

La crisis crediticia e hipotecaria -herencia de la catástrofe financiera global de 2008- contribuye a esta depresión económica frente a la que la administración estadounidense, según los electores, no ha hecho lo suficiente. Peor aún, la crisis económica provocó un cambio en los temas de prioridad electoral para la población. Si bien Obama fue electo, en buena medida, mediante un voto de castigo a la política exterior de Bush, hoy ese tema no preocupa a los estadounidenses tanto como la economía.

El resultado electoral puede leerse también como un producto de la decepción, obvia y esperada, de una personalidad como Barack Obama quien, en campaña, sembró esperanzas y expectativas desproporcionadas sobre su gestión. La idea del cambio movilizó a los electores quienes difícilmente quedarían satisfechos con verla traducida tan sólo en una reforma al sistema de salud y en una reforma financiera, por relevantes que éstas sean. Y aquí, en tercer lugar, vale la pena mencionar un asunto que compete directamente a los mexicanos. La oferta de reforma migratoria que el candidato Obama llevó a distintos estados de la Unión Americana con alta densidad migrante, ha quedado solamente en retórica durante su administración. No hace falta hacer un análisis más profundo para identificar que el voto hispano está decepcionado de ver cómo los políticos lucran electoralmente con ese tema sin estar dispuestos a asumirlo plenamente cuando ocupan posiciones de poder. El resultado fue una especie de cisma al interior del voto latino y una menor participación electoral en general. En Florida, por ejemplo, el voto hispano apoyó mayoritariamente victorias republicanas. Sin embargo, en muchos otros estados de la Unión Americana, el voto latino siguió respaldando a los demócratas ante el discurso antiinmigrante y xenófobo de grupos como el denominado Tea party. Tanto la republicana Susana Martínez, primera mujer hispana en conquistar la gubernatura de Nuevo México, como el republicano Brian Sandoval, primer latino en ocupar la gubernatura de Nevada, no fueron favorecidos por el voto latino paradójicamente porque ambos mantuvieron un discurso antiinmigrante.

Las implicaciones de este proceso electoral para nuestro país son múltiples, cubren distintos aspectos de nuestras relaciones bilaterales pero son cada vez más difíciles de predecir. Al menos, se pueden hacer tres conjeturas sobre lo que es plausible esperar. En principio, es claro que si antes de las elecciones intermedias, fue difícil lanzar un proceso de deliberación sobre una reforma migratoria, ahora será aún más complicado. El Presidente Obama tendrá que dialogar y negociar con el partido republicano un paquete de iniciativas de ley para la recuperación económica entre las que será improbable incluir una reforma migratoria. La nueva correlación de fuerzas en el Congreso -como lo ha venido advirtiendo el Embajador de México en ese país- no favorece impulsar el tema migratorio en la discusión política estadounidense. Por un lado, la prioridad la ocupará el tema económico y, por otro lado, líderes muy importantes del Partido Republicano como John McCain, otro impulsor de la agenda migratoria, han endurecido unas posturas que hoy se antojan inflexibles en esta materia.

En segundo lugar, parece que el triunfo republicano en la Cámara de Representantes y esta denominada “nueva ola conservadora” será de utilidad para resolver disputas comerciales importantes y avanzar en la agenda de integración comercial. Sin embargo, la disputa comercial actual con China y el deteriorado estado de la economía estadounidense, podría generar ciertas presiones proteccionistas desde el propio Partido Republicano. En tercer lugar, la cooperación estadounidense en esfuerzos bilaterales contra el crimen organizado podría fortalecerse así como también las políticas de control y seguridad fronteriza.

Claramente Obama perdió la oportunidad de impulsar, durante el primer periodo de su mandato, muchos temas de interés recíproco para México y Estados Unidos como la reforma migratoria. Sin embargo, como en toda democracia sólida las victorias y las derrotas son, con todo y sus causas e implicaciones, temporales y relativas.

Artículo publicado el pasado 6 de noviembre en Milenio Diario, estado de México

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